jueves, 9 de agosto de 2012

Los Limyati

Vivían en aquella caja desde que podían recordar. Mucho tiempo atrás, alguien los había juntado en ese recinto pequeño y oscuro, algún designio tendría. Tantas lunas habían pasado que ya no recordaban quiénes eran, ya habían olvidado sus colores y sus diferencias. Eran una lija, un algodón y un botón, pero no lo sabían. Vivían en una cajita de fósforos, pero creían habitar un planeta muy alejado del sol.
Al principio, Algodón fue el rey, porque con su textura esponjosa ocupaba todo el lugar. Luego llegó Lija y él comenzó a desmenuzarse. Ella se enredaba y él se deshacía, y por esa razón se odiaban. Botón simplemente los miraba pelearse, no le gustaba el ruido ni los problemas. Era duro pero suave, y se podía ver a través de él, por eso todos lo apreciaban.
Pero eso fue al principio, cuando aun recordaban al aire puro y a las nubes, y a la persona que los había metido allí. El tiempo fue barriendo con todo lentamente, y la lija se creyó suave;  el algodón, duro; y el botón, flexible y rugoso. Un día alguno dijo que ellos tres eran hermanos gemelos y que pertenecían a la especie de los Limyati, y todos recibieron la idea con convicción.
Hasta que finalmente sucedió, de un momento para el otro, la caja se abrió. Primero fue solo un haz, pero luego la luz lo inundó todo. A los ojitos de los Limyati les costó adaptarse al brillo, y durante unos segundos solo vieron nubes de colores; hasta que su visión se volvió más y más nítida, y pudieron distinguir a un ser similar a un botón en lo redondo y a un algodón en lo esponjoso que le caía detrás.
-¿Una persona?-  susurró, dudando, el más memorioso de los Limyati.
Y de afuera se escuchó:
-¡Mira Mamá! ¡Encontré un planeta!